Nacido en el distrito de Quyquyhó en el departamento de Paraguarí, Paraguay, Sebastián Leytte siempre quiso conocer nuevos horizontes y mejorar: “Cuando era joven, siempre sonaba en mi cabeza: paragua’y, paragua’y. Yo quería ir a conocer la capital del país. Fue así que a los quince años, me embarqué en un camión en dirección hacia Asunción, con el objetivo de estudiar y trabajar”, cuenta.

“En mi casa éramos once hermanos, y estar en Asunción era mi manera de ayudar”, cuenta Sebastián. Así estuvo hasta los 25 años: durante su tiempo en la capital paraguaya prestó el servicio militar, y al terminar, comenzó a trabajar en un hospital haciendo de todo, desde camillero, telefonista y hasta trabajó en un laboratorio.

“Nunca me faltó trabajo, no me puedo quejar”

“No obstante, las ganancias no eran suficientes así que decidí irme a Buenos Aires”, dice Sebastián, esa megalópolis a la cual tantos migrantes fueron a lo largo del siglo XX con el objetivo de mejorar sus condiciones de vida y la de sus allegados.

“Me embarqué un 13 de abril de 1962, en el famoso tren Carlos Antonio López, que salía desde Asunción hasta la ciudad de Posadas, y de ahí en otro tren hasta Buenos Aires. Tardé tres días en llegar”, recuerda Sebastián, y agrega “pero eso no importa, hay una alegría cuando uno viaja, una incertidumbre por lo desconocido, por no saber qué nos espera, la emoción de la búsqueda de nuevos horizontes”.

Sin embargo, no todo fue fácil a su llegada en Buenos Aires. Sebastián, como muchos inmigrantes de la época, llegó a la ciudad sin un trabajo fijo y sin documentos que justificaran su estadía en la ciudad, por lo que al principio trabajaba en cualquier oficio que cayera en sus manos. “Dormía en el piso, en el rincón de la casa de un amigo, ya que ni siquiera tenía una cama”, recuerda.
A un mes y medio de su llegada a la Argentina, consiguió trabajo en una carpintería en la que logró la tan anhelada estabilidad laboral. Trabajó durante 14 años como carpintero en esta empresa, años durante los cuales, gracias a una amnistía concedida por el gobierno argentino de la época, consiguió la residencia y la cédula de identidad argentina. “Desde el fondo de mi corazón, considero a la Argentina como mi segundo país”, dice Sebastián.

En 1972 se casó con Selva Caballero, con quien hoy en día comparte su hogar en la ciudad de Capiatá, en Paraguay.

Luego de haberse casado, vivieron durante tres años más en Buenos Aires, y posteriormente, invitados por el hermano de su esposa, volvieron al Paraguay, debido al boom de la construcción de una gran hidroeléctrica, y a que había mucha demanda de mano de obra, entre la que se requería la de experimentados carpinteros como Leytte. Allí trabajó durante tres años, de 1977 a 1980, trabajo que le permitió comprarse un terreno y construir su casa, en la que todavía vive.

En 1986, regresó a Argentina, debido al establecimiento del astral como moneda de curso legal, y por la conveniencia del tipo de cambio con relación al guaraní. Allí llegó de nuevo como cuando tenía 25 años, sin un trabajo, pero con el firme objetivo de salir a adelante. Consiguió trabajo en una empresa que fabricaba portones elevadizos, y estuvo por 6 meses, luego volvió al Paraguay y al año siguiente regresó de nuevo a probar suerte en la empresa en Argentina, pero el salario ya no era conveniente y 7 meses después, decidió volver de nuevo a su país natal.

Fue en el año 1992 cuando decidió probar suerte por última vez. “Siempre estoy atento a las noticias, y por esa época la economía argentina se dolarizó, y pensé que eso iba a ser una muy buena oportunidad de hacer crecer los ingresos del hogar”.

Regresó entonces a la capital bonaerense, pero los años no pasan en vano, y sumado esto a la nostalgia familiar, y a que los ingresos no compensaban, solamente se quedó por tres meses para instalarse luego definitivamente en Asunción, donde trabajó por 20 años más, hasta pensionarse en el 2006.

Gracias al Acuerdo Multilateral de Seguridad Social del MERCOSUR entre Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, Leytte se jubiló a sus 68 años y su jubilación fue calculada en proporción a los años trabajados así como a los aportes sociales realizados en cada uno de los países en los que trabajó.

SDG 10 - REDUCCIÓN DE LAS DESIGUALDADES